Foto: Publico.es |
Empujan los muros de la avaricia
perseguidos por plomo nuestro,
el que vendimos
a quien les acribilla.
El miedo y el hambre son ariete
que no repara en hormigones
ni en alambres de cuchilla.
Mientras estallan las lindes,
en barnizadas mesas
de maderas saqueadas
se discuten las cuotas
de la miseria en acogida.
Se nos quiebran los blindajes
de las puertas de cromadas mirillas,
por las que veíamos tiroteos
con mirada morbosa de lejanía.
Están aquí y nos preguntan por qué,
ese porqué que sabemos
sin hallar respuesta decente.
Y nuestras impolutas playas
huelen a cadáver náufrago,
a la carne corrupta
que el mar nos vomita
por ser nuestra,
pues amos nos hicimos
de lo que no se escritura.
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