Qué mas quisiera yo
que protegerte.
Inmunizarte de los daños
presentes y futuros.
Acorazarte del abandono,
paraguas en los aguaceros
de desesperanzas
y desengaños
que empaparán tu ropa.
La vida que te dimos
nunca fue nuestra,
siempre fue tuya
y tú la escribes
aún desviando la línea
y tornándola garabato.
Quién pudiera enseñarte
de los errores
que sigo cometiendo
repitiendo curso
cada jornada.
Mi liviano testamento,
más voluntad que contenido,
tiene firma de irrevocable.
Pequeño gajo fresco
de mi ajada encarnadura,
camina firme.
A tu lado estaré
cuando tropieces,
sin poder evitar
la erosión de tus rodillas.
Lameré tus heridas
de cachorro aprendiz
pero el sendero es tuyo
tú lo dibujas,
lo esculpes a cada pisada.