Se hizo sepulturero de horas muertas
en las salas de espera de los hospitales.
Viento en popa fue el negocio
hasta la última pandemia,
cuando enterraban semanas en masa
en fosas comunes de tiempo añadido.
No se rindió y fundó una empresa de espacios,
de distancias sociales homologadas,
pero una vacuna jamaicana le arruinó de nuevo.
Ahora vende saquitos de miedo en grano
para calentar al microondas
por las ferias medievales de todos los castillos.
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