llegado a este punto
y recuerdo cuando te soltabas las flores del pelo,
las que yo sembraba con palabras turbias
de desequilibrado truhán,
llenándose la estancia de aromas bravos.
Se me atropellan las canciones que escucho
y les pongo letra a mano alzada,
sin boceto previo,
tejiendo un relato luminoso de aires,
a veces,
a veces oscuro de expectativas en voz barítona.
Se me atropellan las canciones,
se me atropellan las canciones que regalé,
que regalé y nadie quiso por eso,
por lo gratuito,
lo devaluado en la querencia de dar palabras.
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