Hay ciegos
de invidencia voluntaria.
Niegan las rejas
contra las que topetan
necios,
y ponen candados
a las palomas.
El ave no entiende
de amos
y tiende a la huída
pues el ala grita,
canta vientos
y no hay mano,
ni por fuerte,
ni por conocida,
que axfisie
el despegue.
Abre los ojos,
mira,
ve
y asume el ser
de lo que crees tu estar,
que siempre,
el agua clara,
se desliza entre los dedos.
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