Qué cantar
con la voz rota
por palabras a destiempo,
siempre desafinado
el canto pretendido
se torna gruñido
desvariado
y la melodía,
atropellada sucesión
de notas impostadas,
lacera pieles
en vez de regar los ramos.
Qué declamar
con el jadeo
que da la asfixia,
la vital,
cotidiana,
que no rima
ninguna expiración
en fatiga vieja,
medida
a métrica de salto.
Y el lienzo,
borroso en blanco añil,
rechaza óleos
y acuarelas ralas,
sin pared
donde ahorcar la obra.
Mal día
para artes,
malas artes,
tretas fallidas
para la venta del ser,
el errático producto
que esculpió
las experiencias.
Las musas,
enlutadas plañideras,
avaras usureras,
deniegan el crédito
de inspiración a plazo.
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