No suelo yo mirar mucho hacia arriba,
el Cielo no me tiene en su inventario,
no hay Dios que a mi me escriba
ni una triste misiva.
Ni marque las hojas del calendario,
ni premia ni castiga,
no existe no te hostiga,
ni firma de notario.
Pero a veces tropiezo en el reflejo
a un elemento de triste figura
que fue a nacer muy lejos,
quizá una noche oscura,
algunas veces niño y otras viejo.
Peregrino de edenes y de infiernos,
sólo espero a que se acabe este invierno
que se ocupó de helar mi geografía
y el gesto que me pongo cada día.
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