Tú no te acuerdas,
seguro que no te acuerdas,
que sin parirte te dolí
como hoy te duelo.
Tú no te acuerdas,
cómo acordarte,
de los paseos verdes
entre castaños jubilados.
Tú no te acuerdas
del miedo,
del pánico entre plantas
de un hospital en torre,
donde parchearon tu corazón
que nació abierto.
No recuerdas qué soy,
que soy y estoy,
que seré lo tuyo
y,
unos pasos por detrás,
seguiré tu andanza.
Padre soy,
esa opción tuve,
y aunque la vida se expanda
entre órbitas imperfectas,
mi poca luz es tuya.
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