Por qué vetar una fruta
de un árbol de ciencia infusa,
pues es el Edén falacia
y sólo ahora parir es indoloro.
Por qué heredar delitos,
culpa y pena por decreto,
si basta agua conjurada
para lavar la mancha primigenia.
Qué sabe un cachorro humano
del mal de desobediencia
a una autoridad creativa,
caprichosa y cruel donde las haya.
Leyes de piedra,
diluvios genocidas,
parricidio inducido,
plagas racistas
y un hijo inoculado,
en vientre virgen pero adúltero,
que es padre de sí mismo,
para ser torturado
y muerto,
reo de delitos colectivos.
Y así estamos,
sumisos costaleros
paseando sangrienta escena,
alarido roto de duelo culpable
en las ventanas.
Boato de poderes dorados
de mantilla y bastón,
autolesión del pueblo programada,
masoquista éxtasis
de dolor etílico.
Tambor y corneta,
cera e incienso,
máscara y mordaza.
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