Andanadas de espinas
por telefonía móvil
atacan mis almenas,
mas no estoy
fortificado.
Y sangra el oído
rencillas viejas
pues da igual el pretexto,
el argumento clásico
del drama ensayado.
No es así,
paseando precipicios,
como se avanza
en los meses pasados.
Menos aún en compañía,
custodiando porcelanas,
entre los torpes dedos
que insisten en el réquiem,
en lugar de la sonata precisa.
Ódieseme sin ambages,
publíqueseme en los edictos,
pero no cargará mi espalda
con los derribos buscados,
negados e insistidos.
Cúlpeseme,
si se quiere,
de todo crimen,
mas no acataré condena
por los suicidios lentos.
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