Anda y que le den lluvias
a las rosas espinadas
color sangre,
torturadoras
del jardinero,
y que encuentren soles
más allá de los horizontes
borrados
por las nieblas
y las calimas
de los desiertos arados.
Anda y que le den viento
a las amapolas
de lánguido pétalo
que se derrama
a llanto,
arraigadas al terrón
mas sedientas
de rocíos nuevos.
Anda y que me den mares,
a mí,
alma de chumbera,
y que las olas cubran
los pinchos injertados,
salándome las cicatrices.
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