Por qué vendrá
el gris en nube
a asediar el hueco
de mi casa sorda.
Por qué me ahorco
con soga de interrogante
mirando losas
de pavimento de papel.
Enfoco, ciego,
palabras ajadas
que martillean ufanas
la pared torcida
de la sien que late.
Qué hacer,
aún me digo,
con este billete de ida
a no se sabe cuándo.
Y bien es cierto
que no procede
el enroque
en el yo mismo.
Que es dañino
el monólogo lánguido,
el que no lleva
más que a los arcenes.
Que siempre hay labios
con vocación de beso
y alma de sonrisa
en todos los aledaños.
Pero es obstinado
el necio nubarrón
que tiñe las camisas
yá impacientes
por la plancha.
Ay, triste,
columbario estúpido
de ceniza vieja.
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