y el silencio se instaló en la antesala,
denso y expansivo,
robando espacios por decreto.
El silencio es húmedo
y te impregna,
lastra la ropa y la agrava,
horada el hueso doliendo
como duelen las partidas.
Y uno olisquea el aire
en busca de un leve trino,
un zumbido quizá de ala de insecto
que corrobore el ser,
que le abrigue del frío
de la ausencia de todo.
El silencio pide aullido
como terapia y autoayuda.
El silencio reclama vuelo
de las palabras cautivas.
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