y en las sendas sigue helando
sobre cadáveres siempre femeninos.
La bestia acecha en solitario
o en jauría
y el horror no nos despierta
de tanta escarcha atrasada.
Cada mujer muerta es una fosa,
una poza de cieno
que ahoga la esperanza verde
que nunca brota.
Cada mujer muerta es cuchillada
en la vergüenza común
del hombre impertérrito,
el que hoza en lo indigno
de pretender desigualdades,
el jinete verde
de monte bajo y escopeta.
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