cuando la noche bostezaba
sobre La Libre Paisaneta,
ermita de culturas
en el Oviedo ajardinado
y amarillo.
En torno a pilas de poemario
se declamó en cascada,
en marea de bajamar
con espuma tibia,
voces diversas
de palabra a mano,
tejida y pespunteada.
Que no falten los versos
ni los libreros necios
que alojan a los proscritos
trovadores de café amargo.
Que no falte la página
con mácula de sueño,
de amor dolor
o dolor huérfano
o delirio alegre de festivo.
Que no falte la tinta
que conjura sortilegio
de magia hablada.
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