que concertaba la galaxia
en mil cometas mensajeros,
fugitivos de luz errante.
Se impuso el criterio
del leve polvo estelar
que siembra jardines colgantes
de flores raras,
preciosas flores de pétalo en llamas.
Una mujer sola,
poderosa e incontestable,
cantaba canción de cuna
llamando al sueño de los relojes ciegos.
Fue entonces que lloré,
mecido en juncos
de aquel río de frontera.
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