Jueves blanco,
polar,
con vocación de lunes
barriendo guirnaldas
y embalajes.
Año nuevo
para lucir
en el estante
y almacenar pasados.
Copo fino
muriendo en pavimento
sobre ciudad gris,
a salvo en la pradera.
Inclemente,
crueldad preceptiva
de invierno terco.
Y yo,
aquí,
habitando
la existencia,
expectador indigente
de expectativas,
a la deriva
en travesía incierta.
Y la gente,
murmurando
ruinas ajenas,
ignorando propias
y anexas,
transita aterida
las calles
de la vida inocua.
Mujeres,
amantes o desamadas,
sollozo o risa,
pacientes
al semáforo,
en espera de avance,
cruzan mis avenidas
en vendaval,
a paso lento
o a cuchillo de hiel
en verso errático
de afición robada.
Y yo miro el aire,
compartido,
intercambiado,
desde mi atalaya
estupefacta,
oyendo gritos despechados
de un reloj deshauciado.
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