Bien parece
que mi fortuna
es de lágrimas
en bruto.
Lágrimas que heredé
bien de madrugada.
Lágrimas que ahorro,
con las que invierto
y fluctúan en mercado,
devolvíéndome beneficios,
ganancia en lágrima.
Y a mi paso
florecen lágrimas,
que genero riqueza en pena,
y por ello tasa pago,
tasa de olvido,
reguladora de la usura,
del tipo de interés
de la lágrima prestada.
Y no cuentan
otras divisas,
que a mansalva otorgo,
moneda de ternura,
de breve alegría en céntimo,
de amistad en billete recio,
que sólo lágrima cotiza
y lo demás es colección,
vitrina polvorienta.
Y ahí sigo,
avaro,
atesorando llanto
y gemido,
triste suspiro
que declina en indolencia,
desde mi torre cristalina
de muros de sal de lágrima.
jueves, 21 de enero de 2010
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