En verdad os digo
que tuve un huerto abierto
en las arenas del pecho,
que caminaba pantanos tibios
que inauguró un general
y sané la lepra que se incrusta
en las mentes dolidas.
Hubo un día en que
multiplicaba panes de palabra
y voladores peces de intención amable
entre hambrientos de consuelo en caldo.
Confieso que fui bueno,
amé prójimas más que a mí mismo
y me dejaron llagas de clavo amargo.
Ataqué a los mercaderes
de sueño envasado
y los expulsé de sucios templos
de desesperanza.
Dí mi sangre en las aceras
de capitales pútridas
y jirones de carne en los asfaltos
por el débil de espíritu.
Más de nada valió,
y me negaron,
por menos de treinta piezas
de moneda devaluada
me vendieron varias veces.
Cargué vigas de ignominia
donde me expusieron
los sicarios de la envidia.
No resucité de ninguna muerte,
pues aun no vino el finiquito,
pero,
en verdad os digo,
que no seré yo
quién os redima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comente si quiere que se publicará si me place.