Puede que sea el mar,
por más asequible
que lo cósmico,
lo que amaine la soberbia
estruendosa que vestimos.
Curvatura nos da el horizonte,
incertidumbre,
y las aguas vivas
que nos mecen,
mutables de carácter
con los climas coordinadas,
pueden desarbolar
nuestra arrogancia
en dos golpes de espuma,
dejando en salazón
la transcendencia.
La roca apaleada
por mareas sin bandera,
va cediendo patria
y convicciones minerales
para sedimentar corrientes,
ajenas a la cartografía.
Mar calmo
que me empequeñece
y me ensancha
en las soledades
de un Robinson desnudo
de interiores al viento.
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