Sigue la ausencia que me otorgas,
ahí colgada,
en equilibrio de sombras,
encadenada.
Se prolonga la quietud
esperando ser mecida
mientras el dolor rebota
sobre suelos engomados.
Quizá no debiera doler,
por ser crónico el vacío,
y de consuelo valdrían
los eslabones que perduran.
Sigo mirando los parques,
los escudriño en diagonal,
mientras las palomas se burlan
de mi cuello ladeado.
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