voces aladas
y abrazos sugeridos,
se gestó la historia fugitiva
de un mundo por situar.
Tras la peste la ira guardada,
tras la ira los solares de ceniza
y el holor a humo
de los muertos más atónitos.
En los días de manos lentas
se desempolvan los armeros
y se invoca la mordedura.
No me coge en buen momento
tanto torbellino,
que no anda uno para anales de la historia,
para tanta resolución postergada
y tanto resuelto advenedizo.
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