pendiendo en un tendedero a la deriva de los temporales.
Con las cartas tan marcadas se confunde hasta el gesto del tahúr
y la partida naufraga en el vapor de ruedas
de un Misisipi sin balsas con niños de tirantes cruzados
y mocos resecos.
Lo dejaremos en un blues de los que no nombran a dios,
un blues pagano y crepitante de pizarra seca.
Comeremos corazón de ángel en el festín último
de la comunión blasfema
sobreviviendo plagas,
epidemias y riadas de barrio pobre
en lúbricos carnavales en los que los collares rodean senos
a modo de rosarios penitentes de irreverencia.
Que al menos,
el veintiuno os sea.
©️Juan Luis Nepomuceno
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