No sabría yo decirte
de las aristas del ser.
Ni sabré explicarte
de lo perecedero,
de lo efímero al roce,
de lo inerte a cada nada.
Pues nada es el orbe
en lo inmenso
y lo humano es bacteria.
O no,
o somos lo único que se sabe
y de saberse somos,
estamos para nada
o para todo lo posible
a escala,
proporción cercana
de átomos de ángel.
No sabría yo decirte
si procede el preocuparse,
estando al albur
de asteroides anarquistas.