Tú,
que tanto sabes de acasos,
de quizá en los azares,
de probablemente posibles,
no acertaste en lo resuelto
y ahora ejerces de atónito.
Y mira tú que sondeaste
las voluntades,
las querencias,
las mareas de opinión
de los delirantes transeúntes
para ecuacionar los gráficos
que colorean los noticiarios.
Así fue que diluvió,
se anegaron las cocinas
y las alcobas
de la gente que madruga
y murieron todos los jilgueros.
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