En la escalera de aquel templo
brotan árboles de plástico lacado.
Árboles falsos que ocultan la ignominia
mientras los pastores venden Biblias
dictadas a contraluz.
Las lágrimas de los niños
anegan las vergüenzas absueltas
en acto de contrición.
Y así sucede que perdura
lo que no se respira.
El hombre de blanco
asiente y olvida,
circunspecto desde el balcón
donde nacen las mentiras.
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