viernes, 1 de febrero de 2019

SIN ACRITUD, NO SE CREA

Érase que se era,
en el tiempo de los poetas gratuitos, 
un imbécil almibarado 
con pose de maldito 
y verso hueco. 

Un imbécil nada inocuo, 
nocivo a sabiendas 
y propenso a lo ofensivo. 

Imbécil doctorado 
en cojonerismo de mosca, 
zángano de supuesta buena cuna 
y abuela planchadora de gayumbos. 

Abofeteable a cada poco, 
cualitativamente idóneo 
para el guantazo terapéutico, 
como algo prodigioso. 

Érase que se era 
un intelectual de mal pelaje, 
torvo y llorica, 
consentido niñato 
de cráneo vano.

Bueno será 
que no nos frecuentemos, 
ni siquiera en coincidencia. 
Que nuestros caminos diverjan 
aunque ningún mal le deseo, 
bien tampoco 
pero sin acritud, 
no se crea. 

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