Llegan cartas de los matarifes
anunciando que nos perdonan
y que demos gracias que no nos matan.
Que lo matado muerto está
y que lamentan lo colateral.
Lo otro era política
de plomo en nuca,
de huérfanos a la carta
y viudedad previsible.
Lo otro era “lucha”,
limpieza de sangre
e ideología ajena.
Llegan cartas en papel mojado
que despiertan la rabia
por lo amputado,
por lo consentido,
lo silenciado.
Llegan cartas a los corintios,
siempre a franquear en destino.
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