saltaron peces de ensueño
que mueren en las orillas
de aridez de branquia.
Del árbol de la ciencia
se desplomaron tórtolas osadas,
abatidas en desobediencia
por cartuchos de ignorancia.
De alguna pradera de esperanza
caballos verdes volaron
a galopar las ciudades yertas
que reviven al redoble.
Se pierde tanto en el trayecto,
tanto se cae de toda altura,
que el tiempo se pliega
por el eje
de un reloj enloquecido.
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