Me pagaron con peces de plata
los primeros versos que vendí,
otros con labio al roce
y los últimos con desaires
programados en las tabernas.
Algún pez me queda,
congelado o en salmuera,
y rastro de labio
por mi cuello abierto.
Del desaire me queda lo libre
que paseo por las tascas,
regalando palabras hilvanadas
con cabellos de ángeles armados.
los primeros versos que vendí,
otros con labio al roce
y los últimos con desaires
programados en las tabernas.
Algún pez me queda,
congelado o en salmuera,
y rastro de labio
por mi cuello abierto.
Del desaire me queda lo libre
que paseo por las tascas,
regalando palabras hilvanadas
con cabellos de ángeles armados.
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