No me digas que me huyes
cuando yo vivo en la escapada,
estando cerca te diluyes
y quedo anclado en la llamada.
Mas romperé la empalizada
de tonos fríos, repetidos,
contestadores despectivos,
nube de plomo en la palabra,
pretexto para negativas,
con anestesia de dulzura
que hacen la pena más dura
para un recluso de evasivas.
Que eres tú mi encarnadura,
de mi tallo único brote,
de mis heridas la sutura,
ojo de buey en camarote
por donde escapo del naufragio
al que me llevan los sufragios
de tribunales de impostura.
Y bien se que tengo fallos,
errores del extraviado,
del febril desconcertado,
arriero sin caballos.
Pero a tí yo sigo atado
por arterias invisibles,
que negarme es imposible,
ni a puntilla rematado.
lunes, 15 de febrero de 2010
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