Yo que soy de las orillas,
fronterizo
y a la espera
de marea favorable,
expectador de los naufragios,
tengo alma de árbol muerto,
desarraigado y fugitivo,
que navío busca
para travesías inciertas.
En los días de lodo,
el hundimiento te reclama
y abraza tu tropiezo
con ternura arenosa.
La corteza seca
pide beber de lo turbio
y en el alga se refresca
a la espera del embarque
de los remos perdidos.
Habrá gaviota homicida
en cualquier playa en abandono.
Mientras tanto,
tararear habaneras
de emigrados urgentes
acaricia el ánimo
de lo inevitable.
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