aplastando la ciudad de paso
y dispersando a los atónitos.
Un sol furtivo,
emboscado,
lame las aceras
con baba tibia.
Hay peatones ingrávidos
saludándose en desapego
y mujeres de cuero
comprando bolsos de entretela.
Cayó el domingo en siniestro,
precipitado de azotea,
empujado por los geranios
a un vacío de tiempo
donde se pierden las palomas
tullidas e insolentes.
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