Mueren los minutos
de un reloj de péndulo
por atasco en el carrillón
de algún tono destemplado.
Las agujas saltan
agujeros negros
y retornan del pasado estancias
para matarlas en el futuro próximo.
Hay horas varadas
en la playa de San Lorenzo,
junto a señoras de bronceo,
y las espumas se ralentizan
y las mareas no saben cómo hacer
y el verano se expande
en amenaza global.
El reloj,
taciturno de las ocho y veinte,
entona un fado de campana,
sabedor de muertes ciertas.
de un reloj de péndulo
por atasco en el carrillón
de algún tono destemplado.
Las agujas saltan
agujeros negros
y retornan del pasado estancias
para matarlas en el futuro próximo.
Hay horas varadas
en la playa de San Lorenzo,
junto a señoras de bronceo,
y las espumas se ralentizan
y las mareas no saben cómo hacer
y el verano se expande
en amenaza global.
El reloj,
taciturno de las ocho y veinte,
entona un fado de campana,
sabedor de muertes ciertas.
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