Residente en las costuras
de esta tierra en harapos,
empeñada en la carencia,
hago andrajos de verso
con retales subrogados.
Capto una obsesión a lo rasante
y la modelo a mano tibia.
La lustro de intenciones
y la cocino a temperatura ambiente.
Luego la doy
a quien la tenga a bien tomar
y no pido más que la huella
de una lectura leve.
Apostado en los resquicios
de esta tierra de aristas,
a veces me torno musgo
por verdear palabras.
Pues el verdor arrulla
el sueño de los decentes.
Latente en el latido
de los ríos que te surcan,
yo te canto a voz en roto
y te lluevo melodías.
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