En las casas oscuras del odio indigesto
danzan los cuchillos
y los niños lloran sangre,
atónitos de muerte
y de la mano de la que llega.
La bestia hedionda
del macho despechado
se ahorca siempre tarde,
siempre a destiempo
tras la masacre atávica,
propia de un género maldito.
Maldito en tanto mate,
maldito en tanto agreda,
maldito en tanto viole,
maldito en tanto niegue
con un velo fascista
la verdad de los cadáveres.
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