Sordos,
 en  letargo,
 hibernando entre páginas
 de  sagrados libros,
 o  congelados
 en  mármol de templo,
 quedaron los Dioses.
 La  razón se expatria
 de lo  humano
 y la  ciencia
 busca  lunas
 más  allá
 de lo  poblado.
 Los  héroes,
 más  que fracasados,
 peregrinan oscuras barras
 de  sórdidos bares.
 Dimiten los ángeles,
 reclamando pensión
 a las  alturas,
 empeñando las alas
 a  cambio de la dósis
 de  éxtasis celeste,
 sucedáneo de glorias
 que  nunca fueron.
 Hasta  las rosas huyen
 de  los jardines,
 hoy
 invadidos de gris.
 Los  pianos,
 en  desconcierto,
 se  amputan teclas
 y  pedales,
 inmolándose
 a  vertedero abierto.
 Y yo  soy
 sin  saber ser
 lo  que soy.
 Siendo
 como  sin querer,
 asistiendo,
 viendo,
 doliendo.
 Y sin  mirar
 veo
 y me  ciego,
 mas  veo.
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