Carmen tuvo que ser
tu nombre de fuego en rama,
pues de Carmen tienes la piel,
de Carmen el pelo en llama,
de la niña bien fruncida,
golpeando los respaldos,
"si me quieres olvidar, me olvidas",
mucho ritmo en el enfado.
Y Carmen se hizo mujer,
y conquistó las Castillas,
puso a un bancario en pié
para casarse a la orilla
de un Duero de vino tinto,
con sabor de luz espesa
del sol de todo camino
que fractura las dehesas.
Que sea feliz mi niña
con su hombre despistado
que la cuida y que la mima
como un día la he mimado.
miércoles, 16 de junio de 2010
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