No sé por qué insisten
los toros de hielo
en embestirme a deshora,
A qué vendrá la bravura inocua,
una vez retirado
del coso diluviado.
Si lo lidiado murió,
a espada o descabello de olvido,
tras triste aviso,
vergonzante por previsto,
cómo puedo cerrar callejón,
abandonar el circo ileso
de cornada de almohadilla
de espectador no invitado.
viernes, 4 de junio de 2010
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