Morir cuesta un segundo,
quizá menos,
y vivir cuesta mucho,
toda una vida.
Y viivir doliendo es más caro,
no es rentable,
porque vivir hay que vivirlo,
vivir,
reír,
llorar a veces
pero sentir,
no comulgar con hielo,
hostias de carámbano
para absolvernos de nada,
de pecados inventados
por la mente ansiosa
de crear conflicto.
Y no será el conflicto
el motor cierto
de la vida,
que el motor es la luz,
desparramada en caricia,
la música en nota de susurro.
Si vivir es breve,
la muerte es un instante.
viernes, 29 de octubre de 2010
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