Cuando retorna tu osamenta 
a los aires que te crecieron
y capturas voces 
de acordes de juventud, 
la memoria es bálsamo, 
jarabe infantil 
para tu ronquera. 
Cuando la luz a granel 
te empapa la piel ahumada, 
en violenta primavera 
en estallido, 
y las calles renombradas 
te recuerdan las carreras, 
las batallas y derrotas, 
las victorias de besos torpes 
robados a quemarropa, 
quizá sea que envejeces. 
Callejas de nazareno y oro, 
cera caliente y cerveza fría, 
juerga y martirio, 
negras mantillas de luto,  
blancas y breves faldas de alegría, 
saeta rota y piel ferviente 
de pecados nuevos.
Suroeste, éste, 
que me fraguó tal cual.
miércoles, 1 de abril de 2015
Suroeste.
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