A cadáver huelen
las palabras esputadas
a verdad muerta.
Puede uno investirse
de indignación fabricada
y desplegar oratorias
para modelar lo falso,
hacerlo cierto,
y venderlo reciclado.
Pero ya no hieren
las dagas humillantes
forjadas en fragua de berrinche.
Que no hay causa
ni para trámite,
que todo es humo
de fuego vano,
prendido en humedades
de lloviznas mezquinas.
Las risas rotas
no quiebran al cómico
que cierra teatro.
Valdrá la sorna
para otros andurriales,
que aquí no cala
tanta parodia.
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