Llevo en la sien
incrustada una duda.
No duda razonable,
sino pura duda,
sin tallar,
engarzada en hueso
de cráneo gastado.
No duda brillante,
triste y opaca,
quizá tapón
contenedor de la avalancha
de las ideas a borbotón.
Dubitativo a bocajarro,
persisto en el extravío
y la duda se enquista,
formando tumor
de indecisión perpetua,
terminal acaso.
Y duele la duda
pues las certezas no sedan,
ni las absolutas en sobredosis
provocando alergia al dogma.
Migraña de duda,
lateral de hemisferio,
transversal trepanación
de una esponja seca.
viernes, 23 de abril de 2010
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