Allá donde habito,
en los rincones y los pliegues,
en los sofás más huraños,
tras muros horadados
con ventana de cortesía,
me encuentro y me observo,
me interrogo y me niego.
Ignoro mi llegada
pues ni me saludo al verme,
indolente en la pereza,
el cómodo desaliento,
la arrogancia de los vacíos.
Me repito,
me observo hiriéndome
a traición por rabia antigua
contra el que vierte palabras
en pantallas de silencios.
Me repito,
entro o salgo,
invado o huyo,
derrotado de mí,
de mis asedios.
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