Incendié el epistolario
de cartas abiertas a los falsarios,
todas devueltas difuntas,
cerradas sin sello
de entrada alguna,
por falta de concrección
en el destino.
Nadie por aludido
se tiene
cuando el delito es norma.
También deseché pancarta
pues quien comparte
sólo se arropa,
en lona y lema,
en masa y corriente
de arroyo canalizado.
Fundí las armas a un tiempo,
ya que la sangre no abona,
sino infecta los bancales
y todo fruto envenena.
Mas tengo alevines
de ideas en criadero,
que remontan cascadas
para ilustrar los mares,
playas y riberas
donde la gente habita.
jueves, 19 de febrero de 2015
Epistolario.
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