martes, 16 de abril de 2019

NOTRE DAME DE PARÍS

Entonces llegó el fuego
a los sueños combados
de la historia cóncava.
El fuego siempre asesino,
nunca purgante.
La llama que incinera
cadáveres en masa,
la llama del hereje
quema templos sin pudor
y abrasa historia,
la base que nos sostiene
o nos tambalea.
Bien daría igual
de no ser que no somos
más que bestias
con potestad de crear belleza.
París bien merece una misa,
aún siendo atea,
y todas las revoluciones posibles
por mor de Europa,
de todos los lienzos
y las catedrales con gárgolas.
Bien es cierto que no seremos
pero una catedral es ansia
que apunta a las promesas
que no serán.
Una catedral fue soberbia
de la humanidad a lo alto,
que no ardan los pilares
de lo que somos en malo y bueno. 

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