Como ensordecen las sombras
que me cantan lacrimosas
y por eso busco luces
de silencios en combustión lenta.
Y no se despeja la incógnita
de la parábola repetida
mientras permanezca la equis
que tracé a mano alzada
prisionera de paréntesis eternos
y obcecados en curvar los límites.
Es la amnesia selectiva
la que pudre todo fruto,
obviando la savia limpia
que la flor precisa.
La vocación de tormento me atenaza
mientras los lastres se empecinen
en arrastrar a los remolinos
todo lo adyacente.
Patetismo a cada rato,
el desperdicio que no se degrada
y persiste en la pestilencia
que impregna las prendas,
las mas preciadas,
de fermento estático.
Lo peor,
el no saber,
la indecisión a la hora
de buscar fórmulas,
aleaciones efectivas,
bien templadas,
de corte limpio en la siega
de las zarzas homicidas.
que me cantan lacrimosas
y por eso busco luces
de silencios en combustión lenta.
Y no se despeja la incógnita
de la parábola repetida
mientras permanezca la equis
que tracé a mano alzada
prisionera de paréntesis eternos
y obcecados en curvar los límites.
Es la amnesia selectiva
la que pudre todo fruto,
obviando la savia limpia
que la flor precisa.
La vocación de tormento me atenaza
mientras los lastres se empecinen
en arrastrar a los remolinos
todo lo adyacente.
Patetismo a cada rato,
el desperdicio que no se degrada
y persiste en la pestilencia
que impregna las prendas,
las mas preciadas,
de fermento estático.
Lo peor,
el no saber,
la indecisión a la hora
de buscar fórmulas,
aleaciones efectivas,
bien templadas,
de corte limpio en la siega
de las zarzas homicidas.
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