recogí los gorriones caídos
y el agua de lluvia
de las lágrimas marinas
para lavar mi rostro de papel.
Retiré los senderos
que llevan a las ermitas
para guiarte a los hayedos salvajes
donde guardo los venados,
autores de huella leve.
En la mochila un espejo
para cazar soles furtivos
y nacimientos de estrella.
Y soy aquí donde me encuentras,
donde me pierdo
en laberintos de gelatina,
adicto al extravío.
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