los de la voz en grito,
henchidos de vacío
de patria bordada
en las entretelas de un himno.
Ahí vienen a salvarnos
del chiste,
del poema y el arte
irreverente,
prestos a la pira
donde quemar el libro.
Ahí está el pueblo llano
con las pinturas de guerra.
Colores de tribu,
fútbol de grada,
nación en la boca
y en la mente la nada
donde se expande la idea
que dicta el que manda.
Ahí viene la horda de los leales,
la gente de orden,
los que organizan las sacas,
costaleros soldados
de una guerra inventada
a medida del necio,
de enemigos inermes,
víctimas propiciadas.
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