y te persiguen para que caigas,
cuando no pides gesto
y te encuentras desplante
sin prescripción.
Cuando te acosan
los amigables
que te maldijeron
reclamando amistad imposible.
Cuando sacan de ti la violencia
que nunca quisieras
mas te sientes vivo,
apretando cuello
y ofreciendo golpe que no darás,
o quizá sí,
cuando acorralado te expansionas.
Tras los percances te sitúas y,
en el hogar denso,
te reubican donde debes.
No eres nada más
que un leve disturbio
en cualquier calleja.
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